lunes, 23 de agosto de 2010

En la búsqueda

En la búsqueda
El frió y la lluvia emergían en esa noche, demasiado silencio en la oscuridad.
Pequeños retazos retornaban en mi mente. Recuerdos que no podían ser recordados.
Este es el comienzo de una búsqueda permanente e incansable.
Mis lápices, mis juguetes y mi inocencia, sin necesidad de hacer preguntas construyendo mi mundo.
Los viajes interminables, el sonido del tren, las vías que me llevaban a un lugar distinto donde nos esperaban personas desconocidas que nos recibían con tanto alboroto y entusiasmo. Es allí donde pasaba mis vacaciones, Pintos un pueblito pintoresco de Santiago del Estero donde todos conformaban una gran familia.
El retorno a Buenos Aires, mi ciudad. El regreso a la escuela, los amigos, los juegos y los torneos de karate, volvían a mi vida.
Y el incomparable amor incondicional de mi única madre que logro crear el nido perfecto. Nada mas me faltaba, lo tenia todo solo era un niño. ¿Que podría imaginar en ese entonces?
Mi adorable hermana Josefina, tan inseparable y cariñosa. Ella con toda su dulzura hacia que mis tardes fuesen maravillosas hasta la llegada de mi madre.
Una bolsa grande en la mesa anunciaba la preparación de la cena. Estaba dispuesto a ser un fiel ayudante. El aroma delicioso y la olla humeante, el mantel extendido y yo esperando expectante.
Pero un día mi vida fue sacudida por una tragedia, un accidente, que jamás olvidare. La perdida de un ser querido, mi hermana Josefina. El dolor intenso se adueñaba de mi ser por primera vez. El amargo sabor de la muerte se había impregnado en mi vida.
La desesperación de mi madre y la fuerte valentía para sobrellevar todo este caos. Aquel trágico viaje fue el último que compartí con mi hermanita.
Tras un largo tiempo, un profundo dolor.
El trabajo de mi madre demandaba casi todo su tiempo, una excelente enfermera, que no dejaba de trabajar hasta en su casa; su alma caritativa brindaba ayuda a cualquier persona que golpeara su puerta. Así aprendí a cuidarme solo en sus ausencias repentinas.
La decisión que ella tomo era como siempre respetada. Los tiempos se acortaban y yo debía crecer en un ambiente en el cual tuviese el apoyo y compañía suficiente, es eso lo que ella creía.
La mudanza, el cambio de escuela y nuevos amigos, toda una nueva experiencia.
La casa de mi otra hermana era la elegida por mi madre. Nuevas costumbres, nuevas reglas y la fastidiosa convivencia. Mi corazón solo se alegraba con la llegada de mi madre.
Pero no paso mucho el tiempo, tardamos solo seis meses en regresar a casa, el lugar en donde nací, que luego de años descubrí.
Al final regresé y crecí donde yo elegí, con mi querida madre.
Tardes interminables de rondas de dulce mate bajo la galería en compañía de grandes flores y tupidas enredaderas que desprendían un encantador perfume.
La etapa de la adolescencia pedía permiso a la madurez, tiempo de transición.
Mi trabajo, mis dibujos, mis estudios, mis deseos y el amor se apropiaban de mi vida.
Ella siempre firme a mi lado, disfrutando de la vida ya que los años pasaban tan rápido y su vejez se notaba con el paso del tiempo.
Su enfermedad avanzaba cada vez mas pero ella luchaba por vivir.
El día menos esperado, recibo una noticia que me llena de melancolía; mi madre había fallecido.
Fue un año lleno de dolor y incertidumbre. No podía entenderlo. No podía reconocerlo. No podía seguir viviendo con su ausencia. Había perdido completamente la fe, estaba enojado con Dios. No soportaba esa tristeza, no podía reponerme de esa gran pena.
La realidad era única en ese tiempo. No había nada, ni nadie que se opusiera entre los dos hasta que se lucio la muerte frente a mis propios ojos.
Lo incuestionable, mi origen. ¿En este momento de mi vida tan doloroso?
Lo absurdo, carente de explicación. Esa situación impensable, nunca imaginada en mi vida.
La negación no me dejaba ver, se adueñaba de mí y oscurecía mi visión.
Debía comprobar esa mentira que me hacia daño. Parecía sencillo.
Un día me decidí y comenzó ese largo camino.
Las palabras de mi madrina me darían una solución. Al principio fue dificultoso ya que en esa visita, ella no quiso hablar sobre el tema.
Pero tuve una nueva oportunidad. La ansiedad era inevitable, hasta que llego el día de la verdad.
Mientras que la tarde se asomaba y compartimos una deliciosa merienda, me contaba que me habían bautizado en Capilla Santísima Trinidad, el día 25 de agosto de 1975.
La conversación seguía tan simple y tranquila. En un momento recordaba a mis familiares, a Josefina y al resto de mis hermanos.
Abrió un cajón de un mueble antiguo, unas fotos fueron tomadas por sus delgadas manos. Se acercaba lentamente y dejaba las fotos en la mesa, señalando y diciéndome que ellos eran mis tíos. Una sonrisa confundida se dibujo en mi cara. Eran las imágenes de mis hermanos. Rápidamente había tomado la otra foto que estaba sobre la mesa para entregármela en mis manos. Un rostro desconocido, de tez blanca, ojos grandes con una mirada apacible y labios gruesos.
Un suspiro profundo se desprendía de su alma. Un suave movimiento con su cabeza describía la certeza y la afirmación.
Yo había llegado hasta ese lugar por el solo hecho de sostener mi negación. Y fue todo tan inesperado, el encuentro con mi padre a través de un viejo tesoro, una fotografía, cambiaria mi vida.
Resulto tan complejo asimilar la relación de parentesco. Mi madre se convertiría en mi dulce abuela. Y el hijo fallecido de mi abuela, José, era mi padre.
Fue toda una alegría en medio de tanto dolor pero el cambio no fue nada fácil, aceptar otras alternativas y romper con las estructuras creadas en el pasado.
Fue un cambio angustioso y lento.

Por un tiempo, deje todo en el olvido pero surgió la necesidad de descubrir la verdad. ¿Por qué había muerto mi padre? ¿Cómo había muerto? Eran las preguntas que giraban en mi cabeza.
Esto me llevo a buscar y conocer ciertas personas que me ayudaron en este largo camino.
Hubo ciertas preguntas que nunca fueron respondidas por mis hermanos, es la costumbre que me confunde, es decir mis tíos.
He oído muchas versiones respecto a la muerte de mi padre. Obtuve certezas y descarte suposiciones. Estos son algunos de los testimonios.
Maria Laura recuerda que el cuerpo de José no llevaba sus órganos vitales, supuestamente fueron vendidos ilegalmente. En el velatorio, el cajón solo dejaba ver su rostro.

Los vecinos afirman que pertenecía a una organización llamada ERP.
Nicolás, mi padrino, tenía un hermano que pertenecía a ERP. Este fue asesinado en Quilmes; el mismo día que José. Había una relación de amistad entre los fallecidos.

Juan me cuenta que José estaba preso en Devoto en 1972. José recobra su libertad gracias a la amnistía de Cámpora en el año 1973.

Luís, un amigo de mi hermano, llego de visitas. Él recordaba que José vivía en una casilla precaria que se encontraba en la parte de atrás del terreno; que hubo un incendio mientras que José dormía ocasionado por un cigarrillo mal apagado que se propago por la pólvora de las armas que escondía.

Yo había ubicado al hermano de un amigo de José. Este me dio una dirección. Encontré el lugar me invitaron a conversar dentro de la casa, mi llegada fue hostil, un revolver apuntando en mi cabeza y una serie de preguntas que debía responder. Una carcajada se escucho y luego un silencio absoluto. Al fin escuche lo que quería “sos el hijo de José”. Y unos vasos de cerveza dispuestos en la mesa para festejar.

Erica, su mano derecha, me cuenta que en tren, José y Amalia, habían encontrado a un viejo amigo y que a este le dieron su nueva dirección. Luego de dos semanas se realizo un operativo en dicha dirección. También me contó que el pasatiempo de José era leer y pintar cuadros. Algunos de los hechos conocidos fueron los robos de camiones de mercadería que luego repartía a las villas y vendía.

Hasta el día de hoy esta es la versión mas firme que halle sobre la muerte de mi padre.
25/10/1976.
Los tíos de José, Celia y su marido, son los testigos que observaron todo lo ocurrido desde la ventana trasera de su vivienda ubicada en la parte delantera del terreno.
Celia recuerda que José estaba en su casa. Ya oscurecía en la ciudad de Quilmes.
Amalia ya había regresado de su trabajo y como de costumbre lavaba su ropa de noche y la colgaba en el patio que compartíamos. El reloj marcaba las 21:15 según recuerda Celia, mientras preparaba la cena para su marido.
De repente se escucho un leve quejido, Amalia era golpeada por unos hombres que luego la introducen a la fuerza en un Falcón. Su tía quería ayudarla pero no podía.
Entraban fuertemente armados a la parte de atrás del terreno hacia la casa de José.
José fue apuñalado y acribillado. Celia recuerda el ruido de los disparos y que él pedía ayuda. Se dio aviso a emergencias. Dejaron desangrar su cuerpo mal herido. El forense tardo mucho tiempo en llegar al lugar pero luego se lo llevaron. Después de unos días el cuerpo fue entregado a su madre. Falleció a los 26 años.
Amalia fue trasladada a una comisaría de Berazategui y liberada después de sufrir largas horas de torturas.
Actualmente, la investigación ha sido cajoneada como homicidio simple.
Su cuerpo se encuentra supuestamente en el Cementerio de Quilmes, esperando una exhumación para poder realizar el correspondiente análisis de ADN.
Yo sigo la investigación, buscando ayuda y con el apoyo de las organizaciones de derechos humanos. Golpeando puertas para conseguir mi único propósito, que es mi identidad.
No se puede callar y matar a un pueblo, debemos asumir y recuperar la memoria.
Cada homenaje a nuestros desaparecidos, cada 24 de marzo, es un logro memorable pero necesitamos como pueblo que la justicia sea plena.


2009 por Marina Ovejero
# MCN:C54TM-VB1UA-W8HUR

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